viernes, 10 de julio de 2009

¿CÓMO INCIDE EL RUIDO EN NUESTRA SALUD?

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El ruido debe considerarse como un contaminante medio-ambiental de primer orden con efectos nocivos importantes sobre la salud de la población y su calidad de vida. Su difícil control y su proliferación hace que esté presente en prácticamente la mayoría ámbitos de nuestra vida cotidiana, y por tanto, estamos en continua exposición a sus efectos.
Estos efectos nocivos del ruido sobre la salud, entendida ésta como “la situación de bienestar físico y psicológico y no como mera ausencia de enfermedad”, son numerosos e importantes. Para ello es necesario realizar una sucinta diferenciación entre ruido y sonido, ya que si bien pueden ser términos equivalentes, normalmente hablamos del primero cuando la señal sonora no transmite información alguna aunque, en nuestro contexto social, también lo aplicamos a señales sonoras desagradables.
Sobre la salud, el ruido puede incidir desde diversos frentes: desde una perspectiva más fisiológica, donde la pérdida de la audición es el efecto más conocido, y desde un punto de vista psicológico, donde el malestar generalizado puede interferir en nuestras relaciones interpersonales.
Un dato a tener en cuenta, es que los efectos del ruido tienen un carácter acumulativo, por tanto, lo que inicialmente puede considerarse como molestia pasajera, podría convertirse en un mal crónico. Las consecuencias, por ejemplo, de la pérdida auditiva derivan en interferencias para la comprensión del lenguaje hablado, el sujeto oye lo que le hablan, pero no entiende la totalidad de lo que le dicen, por lo que pierde información. Esto supone un esfuerzo suplementario que en muchas ocasiones acaba en fatiga, irritación, agresividad e incluso aislamiento del afectado.
Nuestro organismo reacciona de una manera defensiva frente al ruido, poniendo en marcha toda una cadena de procesos hormonales y fisiológicos que nos preparan para cualquier situación inesperada. Estas reacciones, que en principio son normales, pueden cronificarse, dando lugar a lo que conocemos como estrés, elevando de forma transitoria nuestra tensión arterial.
Se calcula que una persona expuesta a ambientes ruidosos debe ser considerada como diez años mayor de su edad cronológica a efectos de riesgo de enfermedad coronaria. El estrés condiciona una disminución de las defensas inmunológicas facilitando la aparición del procesos infecciosos, es decir, el estrés nos vuelve más vulnerables frente a ataques virales externos.
Otra de las alteraciones producidas por el ruido son los trastornos del sueño, una mala calidad de éste incide negativamente en el rendimiento intelectual, diminuye el nivel de atención y aumenta la sensación de cansancio, irritabilidad y agresividad.
En este sentido, es comprensible que las personas modifiquen su conducta y sus hábitos para protegerse del ruido, en un intento de conseguir el bienestar físico y psíquico que aludíamos anteriormente. Para ello se debe controlar el ruido en las zonas ruidosas, se adaptan las viviendas mediante sistemas de aislamiento acústico (ventanas, dobles cristales, materiales aislantes...), es decir, se tiene un mayor interés y estudio previo de la futura vivienda.
Juan Frías, gerente de AECOR (Asociación Española para la Calidad Acústica)