domingo, 3 de mayo de 2009

Ruido, ese es el problema

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Escrito por Ricardo Lacasa

domingo, 03 de mayo de 2009

Ceuta ha conmemorado el Día Internacional sin Ruido. Buena falta nos hace. Sufrimos una ciudad ruidosa. Con mayúsculas. Desde hace muchísimo tiempo. Y poco o nada se ha avanzado en este campo. Que entre un 20 y un 30 por ciento de la población manifieste que sufre problemas por este mal es una apreciación que se me hace corta.

Si me permiten el personalismo, yo también he celebrado este Día Internacional. A mi modo y por pura casualidad. Ha coincidido que acaban de colocarme una doble ventana en la habitación de mi dormitorio. Corta es la calle Solís, pero ruidosa como ella sola. Vamos, que yo no preciso despertador, porque a partir de las seis y media de la mañana ya se encarga de tal menester el tráfico de los vehículos de quienes, por sus horarios, entran o salen de sus respectivos servicios en una horquilla de algo menos de una hora.
Otras veces quien me despierta es el estruendo en la operación de recogida de la basura, de la limpieza de los contenedores, del vertido de vidrios sobre ellos o el del baldeo de la calzada. Hasta cierto punto pueden ser inevitables. Lo que no es óbice para que se trate de reducirlos al mínimo.
El fin de semana es especial. Las concentraciones de jóvenes o el discurrir de éstos de unos locales a otros, los gritos y vozarrones destemplados de algunos cuando el alcohol comienza a causarles estragos, el continuo discurrir de motos con escape libre - ¿qué pasa con los obligados silenciadores? –, y qué decir ya de esa auténtica plaga de ‘coches discoteca’ con sus ventanillas abiertas, vomitando un desenfrenado bombardeo de decibelios durante toda la madrugada… Esto quizá sea lo peor. Y lo mejor en mi caso, ya digo, ha sido rascarme el bolsillo y colocar esa segunda ventana con su cámara de aire de por medio que permita resguardarme del ruido ambiental y evitar así en lo posible esos sobresaltos nocturnos.
Peor lo tienen quienes padecen las consecuencias de la concentración de locales de copas en un área muy reducida, algo que habría que evitar de inmediato a la hora de conceder alegremente las licencias de apertura. Únase la problemática generada por determinadas terrazas o por ciertos establecimientos que permiten y facilitan las consumiciones en la calle, la inadecuada insonorización de algunos, y de los que, aún teniéndolas, dejan abiertas alegremente puertas y ventanas. Qué decir también de quienes han de sufrir constantemente, no digamos en horas de descanso, las consecuencias de ruidosos aparatos de aire acondicionado.
Particularmente suelo pasar de los días internacionales de cualquier cosa, porque en la mayoría de los casos creo que no sirven para nada. Ahora bien, de la celebración de este último resaltaría algunos aspectos.
En primer lugar que nos hayamos podido enterar de que, ese día, la Ciudad, dispusiera ya, al parecer, de un sonómetro. ¡Por fin! Mi enhorabuena para el consejero José Antonio Rodríguez, un político eficiente y con firme voluntad de servicio, que mucho puede hacer en este campo. Si lo dejan, claro.
Por otro lado es positivo que el Gobierno local manifieste su “apuesta firme” por reducir los niveles de ruido para tratar de erradicar los efectos perjudiciales para la salud. Paralelamente al mapa que proyecta elaborar a lo largo de un año con todos sus periodos, convendría ir incidiendo de una vez en esos problemas que más arriba expongo y a los que la dejadez durante tantísimos años ha hecho que se nos hayan vuelto endémicos.
Se atribuye al poeta romano de los siglos I y II Décimo Junio Juvenal, la frase de “¿quién vigila a los vigilantes?”. Me acuerdo de ella cuando tantos eventos que organiza la Ciudad al aire libre terminan convirtiéndose en una auténtica caja de contaminación acústica. No les hablo ya de la Feria, por ejemplo, sino de esos actos y muestras en calles y plazas en las que el atronador y desproporcionado volumen de los equipos de sonido se hace insoportable, no digamos ya para quienes viven o trabajan en sus alrededores. La Plaza de los Reyes o la Gran Vía pueden dar fe de ello. Bueno sería comenzar a rectificar si es que ha servido para algo el Día Internacional sin Ruido. Pero claro, vivimos en el país que vivimos.